Marina Aoiz y su poesía: una búsqueda

(Artículo de Consuelo Allué, publicado en la revista literaria Traslapuente, número 38, 2008)

Cuando me acerqué por primera vez a la obra de Marina Aoiz, en su biografía me llamó grandemente la atención que hubiera estudiado periodismo y gemología. Es periodista, orfebre, artesana, gemóloga, poeta, estudiante de mitología. Ahora que la conozco un poco, puedo afirmar que lo es todo a la vez y entiendo su vocación como gemóloga: busca gemas, las perlas de cada día, en todos los momentos de la vida, en el pasado, en el presente y en el futuro. Y en sus poemas ofrece las perlas que va encontrando:  en ellos, como en su vida, se funden la palabra y la tierra.

Su obra es una continua búsqueda. En cuanto a los objetivos intelectuales, es la búsqueda de lo permanente, lo esencial al ser humano. En cuanto a los objetivos formales, estéticos, su obra se caracteriza por la inquietud, la búsqueda de un estilo que le permita sentirse reflejada en cada momento de su vida, que no se traduce en una falta de estilo propio sino en un muy lento modelado, como el del agua y el grano en la piedra del molino, hasta conseguir una voz propia que interpreta muy diversos estilos.

Cuando dirige talleres de lectura o da cursos de literatura, o como redactora del Boletín de Información Municipal y de la página web del Ayuntamiento de Tafalla (www.tafalla.es), aparece más la Marina periodista, que sabe cómo hacer llegar la información al público. Como poeta domina la Marina gemóloga, creando su propio mundo, caminando por las sendas del hermetismo, ofreciendo al lector las claves de su universo y abriéndole la verja del camino de su poesía para que lo transite, pero sin dar facilidades. Ella dice: Mira, este es mi mundo, entra, acércate, conócelo.

Marina es una gran lectora: respirar es a su vida física como leer es a su vida intelectual. Desde su actitud entre humilde y sabia comprendió hace mucho que con vivir y coger un lápiz no basta para escribir, para crear. Se acerca a las obras de otros poetas con admiración, ansia de aprendizaje y deseo de comunicación. No obstante, parece evitar en su obra algunas estéticas: la poesía castellana del Siglo de Oro (sobre todo lo más característicamente barroco), la poesía romántica, la poesía épico-narrativa.

Y es una gran escritora. Por ello, algo muy destacado que pocos consiguen, logra crear atmósferas, en cada poemario hay un tono, un ambiente, una voz. Esto evidencia que sus libros son obras cohesionadas, con unidad, cada uno con carácter propio. Para el lector es fundamental la orientación que proporciona el título, referencia clave que sugiere una perspectiva. Por ejemplo, Don de la luz: embarazo, vida.

Marina nos sumerge en el fondo de las aguas de un océano tranquilo, que vuelve todo más tenue, ralentiza. No declama, no sermonea, no da consejos. Habla, retrata. Sus poemas son exposiciones, no argumentaciones. Y no es que sea poesía de la experiencia, pero en su obra es muy importante, es fundamental, indispensable, el vivir de la autora. Que Marina trabaja, tiene que ganarse el pan, habla con la gente, tiene hijos, familia, amigos, alegrías, tristezas, se percibe y además queda reflejado voluntariamente por la autora incluso en sus obras más herméticas.

MANDARINA

“Ese poder  de la mandarina

de devolverme  al recreo cubierto

del colegio de las monjas:

único aroma fragante y limpio

atesorado

en la alacena del tiempo.

Lo demás era grasiento, militar, frío.”

(Tierra secreta, p. 50)

Tiene clara cuál es, según ella, la función de la poesía: como todo el arte, sirve para humanizar a las personas, extrae y fomenta en el ser humano lo mejor de sí. Esta militancia de Marina a favor de la humanización de la sociedad se evidencia en su reclamar más atención  para arte y cultura.

He afirmado más arriba que en la obra de Marina Aoiz, como en su vida, se amalgaman la palabra y la tierra, la materia poética y la realidad más primitiva y más esencial del ser humano. Son frecuentes las referencias a los sentidos, la vida, los mundos mitológicos, lo más allá de la realidad, cierto animismo que subraya el interior de los elementos aparentemente inertes o faltos de raciocinio y voluntad. -Por ejemplo, en el poema “VI- Ofelia” de edelphus, la magia (la mandrágora, espejos, cuervos, runas…).- El ambiente de magia, de animación de “lo inanimado” (la tierra), de espíritus que están en torno a lo captable por los sentidos está en su obra, como un realismo mágico de la poesía. –No en vano Marina tiene un cierto porte, tono, sosiego de pitonisa.

No es poeta que vomite lo que le sucede, es poeta que rumia, tiene que digerir lo que vive y piensa. Lo que ve en el mundo lo busca en su vida, para comparar, entender. Lo que vive en su vida también lo busca en el mundo. Proyecta y conjuga lo pequeño en lo grande y lo grande en lo pequeño, como la tierra, sus semillas y sus frutos (un tiempo bajo la tierra antes de salir). Para la creación poética es necesario ver con ojos nuevos y la mente en blanco. Como se refleja en la “Presentación” de edelphus, donde se recogen palabras de la autora: “edelphus me acompañó durante unos meses y me ayudó a observarlo todo con sus ojos elementales” (14).

La poesía la obliga a reflexionar. Generalmente necesita que sus vivencias se reposen como el vino en las barricas (excepción edelphus, obra que escribe en dos meses para liberarse de la presión de impactos exteriores –la guerra de Irak,  el Prestige- e interiores). Intenta comprender por medio de la observación. Para comprender al ser humano es imprescindible, además, comprender el paisaje en que vive y los animales que lo rodean, y ello queda plasmado en sus versos.

Su obra no es una obra de la actualidad, su postura en más bien la de la intemporalidad, lo permanente (en el mundo, en el ser humano). No hace referencia a un aquí ni a un ahora. Se coloca más bien en un momento no concreto, como en la eternidad del ser humano. No obstante, puede haber crítica también explícita en su obra. De manera muy sutil e interesante, dice en “La ciudad llena de luna” (59) de Tierra secreta : “De todo se cansa/ la ciudad cada cinco minutos” (59).

SOY VIAJERA DE OTRO SIGLO

“Ya sé que soy viajera de otro siglo

porque me  gusta estar en el silencio

contemplando el mar

o el árbol fértil y embrujado.”

(La risa de Gea)

Es poeta de intuiciones, sin abandonar por ello la observación y el análisis. En cuanto al estilo, ofrece su mundo como en bruto, para que el lector lo trabaje como lo trabaja el poeta. Con predominio de lo sensorial sobre lo racional. En general, en su obra no hay que buscar historias, anécdotas, autobiografía. Aunque hay datos, referencias, parece más inasible, más inexplicable que otras obras en las que sí hay una anécdota o afirmaciones claras. Sus poemas son escenas. Y domina lo expositivo sobre lo argumentativo, porque Marina ofrece al lector la realidad que ella ha visto para que éste la valore.

En su poética no se posiciona en el arte por el arte, no sólo. Mantiene cierta actitud realista, porque parte de los hechos reales, y quizá intenta tener una influencia en la realidad (a la larga). No obstante, no hay en su poesía una intencionalidad didáctica concreta: con llamar la atención, atraer al lector ante el cuadro que es el poema, obligarlo a mirar despacio, detenerse, escuchar, es suficiente (aunque mejor si se va más allá, claro).

En esa búsqueda de lo esencial, su obra se vincula con lo primitivo, las raíces, el origen. Se relaciona con las culturas primitivas, que buscan sus raíces y su origen en la tierra, en la naturaleza, en lo animado y lo inanimado. Como es lógico, el paisaje en general se ambienta en el mundo rural, no en el urbano. Es una obra destilada, pulida, inesperada, que desconcierta (por ejemplo cuando defiende la mansedumbre como una virtud en el poema XIX  de edelphus, p. 49). Marina Aoiz escribe para que no se deshumanice la vida.